Y es que las victorias trabajadas saben más. Quitan años de vida, sí. Pero dan centímetros de más al que las celebra y permiten sacar pecho al que saborea una victoria al borde de la bocina.
Como la que consiguió el FC Barcelona ante un muy digno rival como el Olimpia Milano (84-82). Un rival que, hecho a medida de su entrenador Ettore Messina, batalló hasta cortar, prácticamente, la respiración de los de Sarunas Jasikevicius.
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Por más que llegaron nueve puntos arriba al descanso los azulgranas (51-42), un parcial de 16-29 para los italianos devolvió la igualdad a la segunda semifinal de la Euroliga 2020/21.
Se sucedieron entonces, en los últimos diez minutos, una serie de errores propios de un partido en el que te juegas el ser o no ser en Europa. A falta de buenos ataques, ganaron peso las defensas.
Y en esas, cuando casi todos pedíamos un desfibrilador extra para los cinco minutos de prórroga, emergió la figura de Cory Higgins. Él corrió la pista y él se propuso decidir de forma épica un partido legendario. El resto... es historia. El FC Barcelona peleará por llevar la tercera Euroliga a sus vitrinas.
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