Barcelona es una de las paradas más icónicas dentro del calendario del Mundial de la Fórmula 1. El Circuito de Montmeló es una cita imprescindible del Gran Circo y lo seguirá siendo, al menos, hasta 2026. El trazado catalán ha renovado los contratos con F1 y Dorna para seguir celebrando el Gran Premio de España de Formula 1 y el Gran Premi de Catalunya de MotoGP durante los próximos 5 años.
La Ciudad Condal tiene un idilio especial con el mundo del motor. En 'Fuera de Pista' os contamos cómo ha ido calando la cultura del motor en la capital de Catalunya.
Todo arrancó sobre el asfalto de Pedralbes a principios de la década de los cincuenta. Luis Pérez-Sala, expiloto de Fórmula 1, subraya la pasión de la ciudad de Barcelona por el mundo del automovilismo: "En Barcelona ha habido siempre mucha afición al motor. Muchas de las calles del circuito de Pedralbes las he conocido años después para conocer cómo era el trazado. Todavía quedan las calles del circuito de Pedralbes".
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El mítico Juan Manuel Fangio ganó su primer Mundial en 1951 tras salir líder de la última curva del circuito de Pedralbes. La argentino vio la bandera a cuadros desde la calle Numancia y pocos metros después alzó los puños y se sintió campeón.
Aquel circuito de la ciudad de Barcelona albergó dos grandes premios (1951 y 1954). Raymond Blancafort, periodista especializado en motor, nos habla de aquel trazado. "Barcelona entró con la Fórmula 1 en Pedralbes con un circuito rápido. Los trazados de aquellos años eran muy rectos todos. Aceleración, recta larga, frenada y ángulo".
El Gran Premio de Peña Rhin (así se llamaba el evento que transucirría por el circuito de Pedralbes) contaba con la presencia de los Bugatti, Talbot y Alfa Romeo de la época y albergó carreras desde 1920 hasta el ya mencionado 1954.
Años después, Montjuic recogía el testigo como circuito de Fórmula 1 dentro de la ciudad de Barcelona. "El que hizo posible Montjuic fue Rudolf Caracciola. Justo cuando se iba a hacer la exposición mundial (en 1929), Caracciola, al dar la vuelta, dijo que aquí estaba el mejor circuito del mundo", comenta Raymond Blancafort.
A finales de los sesenta y principios de los setenta, Montjuic se convirtió en un circuito destacado dentro del calendario del Mundial de Fórmula 1. Era un circuito "precioso y peligroso", tal y como recuerda Carmelo Ezpeleta, director consorcio del Circuit de Catalunya.
Luis Pérez-Sala rememora con nitidez aquel mágico trazado. Nos subimos con él en un Seat 2000 para repasar las curvas y los recuerdos del circuito de Montjuic. "No he visto ningún otro circuito como el de Montjuic. Y mira que he corrido en Detroit, en Montecarlo, en Birmingham. En muchos circuitos urbanos. Era como un circuito cerrado, pero en un sitio urbano".
Pérez-Sala define el trazado como "artesanal" y asegura que había algunas zonas del circuito que le ponían "los pelos de punta", especialmente una subida que ahora se haría a cerca de 270 kilómetros por hora.
Aquella era otra época. No sólo por los coches o por los trazados, sino también por la cercanía, la posibilidad de ver, incluso, a pilotos mezclándose con los propios cuidadanos.
Por desgracia, un accidente convirtió un Gran Premio mágico en una jornada de pesadilla en el año 1975. El alerón del coche de Rolf Stommelen se desprendió y con ello apareció la tragedia. Fallecieron cinco personas y ahí se acabó la Fórmula 1 para Montjuic.
España siguió apostando por el mundo del motor, con Jarama y Jerez viviendo años dorados. Barcelona trabajó desde la sombra durante más de una década en la construcción de un trazado permanente (ni Pedralbes ni Montjuic lo eran) y seguro. Una polémica entre Bernie Ecclestone y Pedro Pacheco, alcalde de Jerez, acabó con una llamada de Ecclestone a la gente del RACC para acelerar el regreso de Barcelona a la Fórmula 1.
En 1991 se disputó la primera carrera en Montmeló. Los Juegos Olímpicos de 1992, celebrados en la Ciudad Condal, fueron el empujón definitivo. El trazado de Montmeló estaba pensado para perdurar en el tiempo. "Se construyó uno de los mejores circuitos de Europa. Se han hecho cambios durante años, pero, básicamente, es el mismo que vimos a principios de los noventa", subraya Luis Pérez-Sala.
Ahora, treinta años después, no se entiende un Mundial de Fórmula 1 sin el circuito de Montmeló al igual que no se entendería la ciudad de Barcelona sin el rugir de los motores.