Romain Grosjean sufrió uno de los accidentes más escalofriantes de la Fórmula 1. El domingo 29 de noviembre de 2020, durante el GP de Bahréin, el piloto francés competía en una de sus tres últimas carreras pilotando un Haas, la que sería su última escudería antes de retirarse del mundo de la Fórmula 1.
En la curva 3, Grosjean sufrió un toque con Daniil Kvyat que hizo que se saliera de la pista a 241 kilómetros por hora y que se estrellara con los guardarraíles a 192 kilómetros por hora, traduciéndose en un impacto de 67G que, pocos instantes después, acabó tornándose en una gigantesca llamarada que acabaría envolviendo en fuego el coche.
Aquello impresionó a propios y extraños. Durante 27 fatídicos segundos nadie sabía a ciencia cierta si el piloto galo lograría salir con vida de la dramática situación. Al cumplirse el primer aniversario de su accidente, Grosjean concedió una entrevista a otro ex piloto, Nico Rosberg, donde confesó cómo vivió el grave accidente.
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"Entre el toque con Kvyat y el impacto hay solo como seis décimas de segundo, por lo que realmente no tienes tiempo para darte cuenta de que vas a golpear el guardarraíl a esa velocidad".
"Luego, sorprendentemente, el impacto para mí no fue tan malo. 67G es mucho, pero no sentí que fuera malo, así que me desabroché el cinturón de seguridad, estaba listo para saltar del coche".
Sin embargo, el piloto francés no podía salir de su monoplaza. "Estaba atascado pero esperaba a que vinieran a sacarme. Pensé 'van a venir a ayudarme'".
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"No sabía si estaba al revés. Son carreras nocturnas, no hay luz en la cabina, así que no ves nada, no sabes dónde estás".
En aquel momento, Grosjean se dio cuenta de que el coche, partido en dos, estaba en llamas y no podía escapar. "Estaba completamente atascado. En un momento pensé que era ese, ese era mi día. Se acabó el juego. Estuve, no sé, a cinco o diez segundos de estar muerto".
"Pensé en mis tres hijos y dije ‘no, no puedo, no puedo dejarlos’. Encontré la energía, la última energía, para lograr una solución para saltar del coche".
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"Notaba que me quemaban las manos, la cabina, caliente, era el único agarre que tenía para saltar del coche. Mi pie estaba atascado y estaba tirando con tanta fuerza de mi pierna que incluso mi tobillo podría haberse quedado allí. Solo quería salir del coche".
"En ese momento no tienes tiempo para asustarte y en un momento casi acepté que estaría muerto".
"La gente dice que ves toda tu vida. No vi nada de eso, vi paz, y el cuerpo se relaja un poco. Es una sensación muy extraña, no deseo que nadie lo pruebe".
Una situación dramática de la que, afortunadamente, el francés salió con vida para, a sus 35 años, continuar ligado al mundo de las carreras, en este caso a través de la IndyCar.