Carlos Henrique Casemiro copó la actualidad futbolistíca europea desde que comenzó a rumorearse que quería abandonar el Real Madrid en dirección al Manchester United, donde juegan quienes fueran sus compañeros en el vestuario merengue, Raphaël Varane y Cristiano Ronaldo.
Finalmente, el mediocentro brasileño confirmó su deseo de poner rumbo a Old Trafford y, rápidamente, los dos clubes llegaron a un acuerdo para que, a cambio de 60 millones, el ganador de cinco Champions League en la casa blanca se convirtiera en nuevo jugador de los red devils.
El desembarco en Manchester no pudo ser más movido. Tras ofrecer una sentida rueda de prensa en el Santiago Bernabéu, que sirvió para que se despidiera del que fue su hogar durante los últimos diez años, Casemiro cogió un avión que tenía como destino su nuevo equipo.
Tras aterrizar en la ciudad inglesa, Casemiro fijó su objetivo en Old Trafford. A su llegada, el corpulento futbolista fue rodeado por multitud de aficionados que, con motivo del encuentro entre el Manchester United y el Liverpool, se encontraban a las afueras del Teatro de los Sueños.
Una vez dentro del recinto, Casemiro se convirtió en un espectador de lujo del clásico de Inglaterra, al que su nuevo club le ha perdido el pulso en los últimos años: de los últimos 12 partidos ante el Liverpool, únicamente en uno consiguió llevarse la victoria.
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Antes de que comenzara el encuentro, el flamante fichaje del equipo de Erik ten Hag saltó al césped de su nuevo estadio. En el momento en el que eso ocurrió, la hinchada del Manchester United le dio un espectacular recibimiento a la altura de la ilusión que ha despertado en una entidad de la magnitud de los red devils.
Evidentemente, aún no podía jugar el partido frente a los de Jürgen Klopp, pero en el clásico ante el Liverpool, Casemiro ya comenzó a sentir lo que sería su nueva andadura en la Premier League: intensidad, juego físico y juego de ida y vuelta. Nada que no domine.