Huddersfield se convirtió en una fiesta la noche del lunes. Su equipo afrontaba la vuelta de las semifinales de ascenso a la Premier League ante el Luton Town, la sorpresa de la temporada, después del 1-1 cosechado en Kenilworth Road, donde se celebró la ida.
Un solitario tanto del ariete escocés Jordan Rhodes en los últimos minutos del encuentro sirvió para que los de Carlos Corberán, técnico español, alcancen la final del playoff de ascenso y sueñen con militar la próxima temporada en la máxima categoría.
De hecho, el Huddersfield era el gran favorito para superar la eliminatoria. El Luton Town, cuyo objetivo era la permanencia en Championship y asentarse en la segunda categoría del fútbol inglés, afrontó el duelo con un coste de plantilla notablemente inferior a su rival.
En cualquier caso, la diferencia entre unos y otros no fue tal sobre el césped, y únicamente un gol en el minuto 82' desniveló la balanza para situar a los terriers en la eliminatoria definitiva para dar el salto a la Premier League.
La nota llamativa, no obstante, no tiene nada que ver con una jugada o con una acción brillante por parte de alguno de los jugadores que se midieron en un estadio que, evidentemente, se encontraba a rebosar de aficionados.
La protagonizó, de hecho, uno de los árbitros asistentes en el partido. Precisamente ante la masiva afluencia de espectadores que se dieron cita en el John Smith's Stadium fue lo que motivó la decisión que tomó el juez de línea antes, incluso, de que acabara el duelo.
No se trata de ninguna acción polémica, de un fuera de juego milimétrico o de un saque de esquina decisivo. Nada de eso. Cuando se agotaban los cuatro minutos extras decretados por el colegiado del partido, uno de los asistentes comenzó a correr.
En ese momento, el Luton Town tenía un saque de banda a su favor. Los jugadores, extrañados, comprobaron cómo el juez de línea comenzó a correr hacia el centro del campo... pero el árbitro aún no había pitado el final.
De hecho, el Luton llegó a sacar de banda. Segundos después, el árbitro señaló el final del partido y, entonces, ocurrió una invasión de campo que era previsible y que, precisamente, había provocado que el asistente comenzara a correr. No quería verse envuelto en una estampida de aficionados que le impidiera alcanzar, con cierta celeridad, los vestuarios.