Cuando Sadio Mané nació en Sèdhiou, una ciudad del sur de Senegal cercana al río Casamanza con menos de 20.000 habitantes, absolutamente nadie podía imaginarse que aquel pequeño que acababa de llegar al mundo acabaría convirtiéndose en una de las estrellas del Liverpool.
Contra todo pronóstico, el pequeño Sadio sintió un magnetismo especial con el fútbol, convirtiéndose en su pasión, aunque tampoco le podía dedicar demasiado tiempo… Siendo niño tuvo que aprender a trabajar en el campo para ayudar a su familia y conoció de primera mano lo que significa convivir con el hambre.
Pero él, aunque fuera descalzo y con un balón destartalado, aprovechaba cualquier oportunidad para jugar a su deporte favorito…
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El tiempo pasó y a los quince años Mané tomo la decisión junto a su tío de viajar a Dakar, la capital del país, para probar fortuna. En aquel momento, había más dudas que certezas, pero merecía la pena el viaje persiguiendo su ilusión.
"Había un montón de chicos probándose, organizándose en equipos. Nunca olvidaré que cuando fui había un hombre mayor que me miró como si me hubiera equivocado de sitio".
Sadio no lo sabía, pero aquel hombre estaba a punto de cambiarle la vida a pesar de su escepticismo inicial.
"Me dijo: ¿estás aquí para la prueba? Le dije que sí. Me preguntó: ¿con esas botas? Míralas. ¿Cómo puedes jugar así?”.
Eran unas zapatillas de deporte destrozadas, llenas de remiendos, las únicas de las que podía disponer.
"Luego dijo: ¿y con esos pantalones? ¿Nunca has tenido unos pantalones de fútbol de verdad?".
La incredulidad del hombre crecía por momentos viendo la estampa de aquel chico, pero Mané no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.
"Le dije que había ido con lo mejor que tenía y que sólo quería jugar, probarme. Y cuando salté al campo podías ver su sorpresa en la cara. Vino a mí y me dijo: estás en mi equipo".
Sadio Mané, premio Sócrates a la mejor acción solidaria del fútbol
(C)Getty Images
Fue en ese momento, en ese preciso instante, cuando el destino de Sadio Mané cambió. Se abrían para él las puertas de la academia de fútbol de Dakar. Por fin iba a tener unas botas decentes, unos pantalones limpios e iba a arrancar un camino formativo que le acabaría llevando hasta el Metz, su salto a Europa.
Pero Sadio no se olvidó de sus orígenes. Ni siquiera con su ascenso meteórico. Sus ingresos aumentaron rápidamente, se marchó al Red Bull Salzburgo y más tarde al Southampton, su fama empezó a dispararse… y sin embargo el espíritu de aquel niño de Sèdhiou seguía muy presente en su interior.
Ya en el Liverpool, Mané rápidamente conectó con la afición de Anfield. Y no solamente por su juego, también por su filosofía fuera del terreno de juego…
“¿Por qué iba a querer diez Ferraris, 20 relojes de diamantes o dos aviones? ¿Qué harían estos objetos para mí y para el mundo?”.
Mané es una de las grandes estrellas del Liverpool y también ha alcanzado la gloria con Senegal (logrando con su país la Copa África). Es un jugador de referencia en la Premier League y en el fútbol europeo. Y sin embargo, también es un filántropo que intenta mejorar la realidad de personas que sufren la extrema pobreza en su país. Que siente que cuando juega con la camiseta de Senegal contribuye a dar alegrías a su gente. En definitiva, que sigue siendo aquel niño lleno de sueños y calzado con botas rotas que no se separaba de la pelota.
Por todos estos motivos, Sadio Mané fue galardonado con el premio Sócrates a la mejor acción solidaria del fútbol durante la gala de premiación del Balón de Oro 2022.