Rafa Nadal y Alexander Zverev medían sus habilidades tenísticas en las semifinales de Roland Garros, el Grand Slam que más veces ha levantado el tenista manacorí, que buscaba su 22º gran título.
El primer set se lo adjudicó el español, que remontó en un tie break espectacular para levantar un 6-2 y acabar llevándose la primera manga, poniéndose por delante en un partido disputado con el techo cerrado por previsión de lluvia horas después de la hora de inicio prevista.
La igualdad entre ambos era máxima. Zverev, verdugo de Carlos Alcaraz en semifinales, hacía gala constantemente de su poderío al saque y de su espectacular revés para tratar de empequeñecer a un Nadal que, sin embargo, jamás se vino abajo.
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El segundo set fue la prueba más palpable de que cualquiera de los dos podía hacerse con la clasificación para la gran final del domingo. De hecho, los cuatro primeros juegos los ganó el jugador que restaba.
A partir de ahí, Zverev se mostró más sólido y tomó ventaja en el marcador. Pero, al igual que sucedió en la primera manga, Nadal no se vino abajo y comenzó a levantar puntos para igualar otra vez el partido.
Con 5-6 en el marcador para el germano, y con el manacorí sacando para llevar el set, de nuevo, al tie break, un paralelo de Nadal era contestado con un passing de Zverev, que se dobló el tobillo derecho y cayó al suelo.
Los gritos de dolor se escucharon en toda la Phillipe Chatrier, que permaneció inmóvil mientras el tenista alemán se retorcía sobre la arcilla a la espera de la llegada de los médicos. En ese mismo instante, apareció Rafa Nadal.
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El español se interesó, de inmediato, por el estado de salud de su rival. Con una pequeña palmada, y con un gesto tremendamente serio, Nadal esperó a que Zverev abandonara la pista, algo que hizo en silla de ruedas, lo cual presagiaba que el partido acabaría en ese instante.
Mientras el germano era atendido en vestuarios, el tenista manacorí aprovechó para volver a cambiarse la camiseta para estar completamente preparado en el caso de que se reanudara el encuentro, una situación que, finalmente, no se produjo.
Nadal también entró a vestuarios y, acto seguido, salió acompañando a un Zverev que, en este caso, caminaba apoyado en dos muletas. Las semifinales de Roland Garros se acababan de la peor manera y, en ese momento, Rafa despidió a su rival con un cálido abrazo en el que se fundieron dos de las mejores raquetas del circuito.
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A pie de pista, justo después de proclamarse finalista de Roland Garros, Nadal ofreció las primeras declaraciones en un tono muy serio y algo ausente por lo que había vivido hacía pocos instantes.
"Estoy muy triste por él porque sé lo que es que te pase algo así. Estaba jugando un gran torneo. Es un buen colega en el circuito y sé lo mucho que está luchando por ganar un Grand Slam. Sé que ganará no uno, sino más de uno".